La ley de la naturaleza en la práctica

Me gustaría compartir contigo una experiencia personal que tuve en la India durante mi viaje en busca de la verdadera la felicidad. Empecé este viaje hace unos años, cuando me sentía totalmente insatisfecha con la vida, una vida que me ofrecía todo lo que yo creía haber deseado siempre en forma de logros materiales. Sin embargo, en mi interior era consciente de que ninguno de estos logros me hacía realmente feliz. Quería conocer esa mágica pócima de la que todo el mundo habla: la felicidad.


Encontrarse frente a frente con nuestro yo interior es una de las claves para resolver este enigma
Durante mi formación de profesora de Yoga en la India, me dañé gravemente mis rodillas. Mi maestro era muy estricto y me instigaba a ensayar cada día más, hasta que el dolor se volvió tan fuerte que apenas podía caminar. Por la noche me retorcía de dolor, un dolor en la parte baja de la espalda. Nunca había experimentado semejante dolor, y apenas lograba dormir. En este momento precisamente fue cuando decidí dejar de huir de mí misma y enfrentarme a la realidad.

El dolor es a menudo un reflejo de nuestro estado psicológico
Dado mi estado físico, después del fin de curso de yoga, me encontré en la casa de un anciano yogui, con el fin de beneficiarme de su terapia. Rápidamente me di cuenta de que la razón principal de mi dolor era el estrés. Según mi maestro, el dolor desaparecería si yo era capaz de reducir mi nivel de estrés, que a pesar de la práctica de yoga en un ambiente relajado aún me afligía. Comprendí entonces que incluso durante los períodos de descanso y vacaciones, la tensión puede seguir afectándonos si permitimos que nuestra mente permanezca activa.

La única opción que tenía era seguir un método de relajación consciente para mi mente y mi cuerpo. Cada día adoptaba una postura relajada durante dos horas al día, y practicaba muchos ejercicios de respiración, especialmente yoga nidra (el sueño consciente). Pensé que jamás podría volver a practicar otras posturas de yoga, o actividades acrobáticas, que tanto me gustan. Algo que amaba profundamente estaba a punto de apartarse de mi vida. ¿Cómo iba a enseñar yoga a nadie si no era capaz de practicarlo yo misma?

El cambio sucede cuando estamos dispuestos a dejar atrás viejos modelos de pensamiento y expectativas
Después de varios días de lucha interna, llanto y dolor, decidí alejarme de los viejos modelos de pensamiento que solía seguir. Estos modelos me habían llevado a pensar que para ser profesora de yoga debía tener cierta apariencia externa y capacidad física principalmente. Acepté mi nueva situación. Sólo después de dejar completamente de lado mis expectativas y renunciar a mi búsqueda de la perfección en cada una de las posturas de yoga, el dolor poco a poco comenzó a disminuir.

Pronto, pude caminar de nuevo: mi cuerpo iba sanando. Durante este período, no recurrí ni a medicinas ni a remedios naturales. El dolor se alejó de mí tan rápidamente cómo había surgido. Todo lo que tuve que hacer fue observar, aceptar y pasar mi tiempo de relajación consciente, respirando y exhalando el dolor. Sin resistirme a su existencia.

Sólo nosotros podemos cambiarnos a nosotros mismos
Meditación, relajación y respiración consciente son hoy parte fundamental de mi vida cotidiana. Cuatro semanas más tarde fui capaz de participar en el programa 10 días de Vipassana (meditación en silencio). Aunque meditábamos cruzando las piernas, ya no sentía ningún dolor en las rodillas.

En ese momento comprendí que en la vida no podemos ayudar a nadie a curarse. Todo lo que podemos hacer es mostrarle el camino, motivarlo y animarle a observar las leyes de la naturaleza, en lugar de reaccionar contra ellas. Cuando reaccionamos, creamos una tensión que sólo podrá calmarse por la ley natural de cambio constante.

Creamos nuestra propia realidad
El programa de Vipassana (meditación en silencio de 10 días) me ha permitido enfrentarme a mi ego y darme cuenta de su influencia en mi vida. Justo antes del final del programa, sentía mis piernas dormidas. Nuestros maestros nos aconsejaron no movernos durante la meditación y observar el curso natural de los acontecimientos. Cuando el entumecimiento llegó hasta mis rodillas, mis viejos modelos de pensamiento se manifestaron en forma de temor. Sentía miedo de perder mis piernas, de no sentirlas, de no poder caminar.

Sólo cuando logré concentrar mi atención completamente en mi respiración, el dolor se transformó en una sensación de confort. La sensación de entumecimiento en la pierna poco a poco se disipó por sí sola. Esta experiencia constituye un ejemplo práctico que me enseñó que realmente no necesitamos una reacción para que los cambios se produzcan.


UNA TÉCNICA PARA UNA MENTE PACÍFICA

Encuentra un espacio tranquilo donde te sientas bien. Siéntate erguido, respira a tu ritmo normal; no controles tu respiración. Simplemente observa tu respiración. Si comienzan a surgir pensamientos, desvía tu atención a tu respiración.

Cuando te sientas calmado y relajado, trae a tu mente recuerdos de los acontecimientos del último día o semana. Recuerda los acontecimientos que deseabas que no terminasen nunca y también aquellos que querías que pasasen rápidamente. Todo lo que necesitas es ser consciente de estos acontecimientos.

El uso de la técnica en la práctica
La próxima vez que te encuentres en una situación en la que desees que algo termine o pase rápidamente, concentra tu atención en la respiración y trata de ser más consciente del momento presente. Olvida lo duro o incómodo que resulte la situación. Sólo permanece en el momento y observa cómo los acontecimientos que te rodean empiezan a cambiar por sí mismos. Trata de aplicar una técnica similar cuando desees que una sensación o circunstancia no acabe nunca.

Rechazar lo que no nos gusta y perpetuar lo que amamos son dos maneras de reaccionar ante el flujo natural de los acontecimientos. En lugar de reaccionar, podemos simplemente aceptar el momento, y mantenernos conectados con nuesta respiración. Este método de aceptar la realidad nos ayudará a vivir una vida más relajada, satisfecha y feliz.


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